Волк и семеро козлят — El Lobo y los Siete Cabritos



 
Mamá cabra vivía con sus siete lindos cabritos en una hermosa casa de campo, en medio del bosque. Todos los cabritos eran muy guapos y muy listos. El mayor se llamaba Bele y era negro como el carbón. Bolo era el segundo, y tenía el pelo castaño.

El tercero se llamaba Boli y era una cabrita blanca con las pezuñas negras. Bili era el cuarto cabrito, y era negro y marrón, como el quinto, que era una cabrita. Bala era rubio como el trigo. Y el más gracioso era Bulu, un cabrito negro con una mancha blanca en la frente.

Волк и семеро козлят на испанском языке

Todos los días, antes de que se marcharan a la escuela, mamá Cabra los lavaba y peinaba. Estaban todos muy guapos. Y, cuando los despedía con un beso, les decía:

– Hijos míos, estudiad mucho para llegar a ser unos cabritos de provecho. Y no os entretengáis por el camino, no vaya a ser que os ataque el lobo, que es muy malo.

– ¡Sííííííí, mamááááááá! Prometían a una (todos juntos) los cabritos.

Un día que mamá Cabra tenía que ir de compras, reunió a los siete cabritos y les dijo:

– Hijos míos, tengo que dejaros solos. Tened mucho cuidado por si viene el lobo. Como se entere de que estáis solos, vendrá y querrá devoraros.

– ¡Ay, mamita, qué miedo! – dijo Bele, el hijo mayor. ¿Cómo podremos conocer al lobo para no abrirle la puerta?

– Lo reconoceréis porque tiene la voz ronca y las pezuñas negras –respondió mamá Cabra.

Cuando mamá Cabra se marchó a la compra, los cabritos se encerraron en la casita y se pusieron a jugar. Pero al poco tiempo, alguien llamó a la puerta y se oyó una voz ronca que decía:

– ¡Abrid pronto, que soy vuestra madre!

Los cabritos se miraron muy asustados, y Bele, que era el mayor, contestó:

– ¿Crees que somos tontos? Tú eres el lobo, porque mamá tiene la voz dulce y la tuya es ronca como el trueno. ¡No te abrimos!

El lobo se marchó sin rechistar y se puso a pensar en alguna estratagema para engañar a los cabritos. Fue a la farmacia y se compró pastillas para aclarar la voz, y se comió de una sola vez un Kilo.

Cuando las pastillas le hicieron efecto, se dirigió de nuevo a la casa de los cabritos y golpeó en la puerta: ¡Pam, pam!

– ¿Quién es? – preguntaron los cabritos.

– Abrid, hijitos míos –contestó el lobo con la voz suave por las pastillas-, soy vuestra madre y vengo muy cansada

Los cabritos no sabían que hacer. ¿Sería o no sería la mamá Cabra? Pero Bele recordó los consejos de su madre y gritó:

– Enséñanos la manita, mamá, y así nos podremos convencer de que eres tú.

El lobo asomó la pata por el agujero de la puerta.

– ¡No te abrimos, malo, que tú eres el lobo! –gritaron los cabritos-: mamá tiene las patitas blancas y las tuyas son negras.

El lobo, lleno de ira, fue a la panadería y engañó al panadero:

– ¡Ay, amigo panadero! Mientras freía buñuelos me he quemado con el aceite las patas delanteras. Póngame un poco de masa sobre las quemaduras, haga el favor.

El panadero, creyendo que era verdad lo que le decía el lobo, le puso unos guantes de masa que le dejaron las patas blancas y cubiertas de harina.

Con las patas blanqueadas por la masa de harina, el lobo volvió a la casa de los cabritos y llamó a la puerta.

– Hijitos míos –dijo con la voz todavía dulce por las pastillas-, soy vuestra querida mamá, que ya he vuelto. Abridme pronto.

– Antes enséñanos tus patitas –dijeron los cabritos.

El lobo, muy contento, pasó sus patas blanqueadas por el agujero de la puerta. Eran tan blancas y suaves que los cabritos abrieron, creyendo que era su mamá.

¡Qué susto se llevaron los cabritos cuando vieron entrar al lobo! Uno se metió debajo de la mesa; otro, debajo de la cama; otro, dentro del horno, que estaba apagado. Bulu, el más pequeño, se escondió en la caja del reloj de cuco.

Pero todo fue inútil. El astuto lobo registró toda la casa y se fue tragando todos los cabritos uno a uno. Solo Bulu se salvó escondido en el reloj.

Como había comido tanto, el lobo sintió sueño y se puso a dormir sobre el césped, bajo la sombra de los árboles del bosque.

Mientras tanto, mamá Cabra volvía a casa con muchos regalos para sus hijos.

Cuando mamá Cabra entró en la casa y vio todo desordenado, comenzó a llamar llorando a los cabritos. Solo Bulu le contestó desde dentro del reloj. Mamá Cabra tomó en brazos a su pequeño Bulu y éste le contó lo que había sucedido. Mamá Cabra se puso a llorar sin consuelo.

Pero mamá Cabra era una cabra valiente, además de buena madre, y decidió castigar al maldito lobo.

Salió al bosque, acompañada de Bulu, en busca del malhechor. No tardaron en descubrirlo dormido como un tronco a la sombra de los árboles.

Cuando mamá Cabra se disponía a clavar sus cuernos en el cuerpo del lobo, vio que algo se movía en el vientre del animal.

– ¡Mira, Bulu! ¡Tus hermanitos están vivos dentro de la barriga del lobo! Corre a casa y trae un cuchillo de la cocina.

Cuando Bulu regresó con el cuchillo, mamá Cabra cortó con mucho cuidado la piel del vientre del lobo, y todos los cabritos salieron corriendo muy contentos.

– Corred al río –les dijo mamá Cabra- y traed seis piedras de las más gordas que encontréis. Deben ser seis, para que el lobo no note que ya no estáis en su vientre.

Los cabritos trajeron las piedras, y mamá Cabra las metió en el vientre del lobo, cosiéndolo después.

Poco después, el lolbo se despertó bostezando.

– ¡Uuuuuuy, qué sed tengo! –dijo estirando las patas.

Se acercó hasta el río y estiró el cuello para beber, pero el peso de las piedras lo arrastró hasta hacerle caer de cabeza en el agua. Aunque sabía nadar, el peso de las piedras lo hundió y no pudo salir más. Así el lobo pagó con la muerte todas sus malas acciones.

Поделиться:

Оставить комментарий